Lamentablemente, el sábado que
quería evitar más que ningún día en el año, por ser su aniversario, llego más
rápido que nunca y sin darse cuenta faltaban sólo horas. Todos los años tenía múltiples
excusas para no asistir, por el dolor que ese día le ocasionaba. Todos los días
la recordaba, pero en ese en particular parecía todo comenzar de nuevo y su agonía
parecía surgir con mayor fuerza que el año anterior. Sin embargo, Francisco era
su mejor amigo y no podía fallarle.
-Tú puedes, vamos, vas por un
rato y luego dices que te duele algo y te devuelves. Se hablaba en el espejo,
para darse ánimos.
Salió un par de horas antes para
poder pensar, sin duda sus pensamientos vagaban en cada uno de los recuerdos
que tenia de ese primer beso y cada una de las veces que estuvo junto a Sofía.
Lo que resultaba más difícil, era
volver al barrio donde vivió esos años, debido a que Francisco celebraría el
cumpleaños en la casa de sus padres, y no en el departamento que compartía con
su eterna novia. En cada metro que avanzaba su auto se sentía peor y, cada uno
de los recuerdos parecía casi tangible y entre lágrimas no podía evitar sonreír
cuando aparecía alguna imagen feliz junto a ella.
Sin darse cuenta, estaba frente a
la casa donde no quería entrar, entonces con las pocas fuerzas que tenía se
obligó a bajar y empezó a caminar en contra de toda su voluntad.
-Entra, te estábamos esperando.-
Le invitó muy animosamente su mejor amigo que estaba en la puerta, como un
digno anfitrión.
-Eh, Feliz Cumpleaños.-Trato de
decir con el mejor ánimo posible y le dio un abrazo sincero.
Así entró en la fiesta, al
observar detalladamente, odió ver que la casa estaba casi intacta, cada lugar,
los muebles, los colores; parecía como si el tiempo se estuviese burlando de él
y congelará esa imagen para hacer más difícil aún su estancia.
-Rigo, sírvete algo- Lo llamo muy
sonriente la novia de Francisco, su amiga de años, Catalina.
-Gracias, pero no tengo
hambre.-En realidad se sentía mareado y no era capaz de probar nada.
Realmente lo que quería era poder
salir, salir corriendo, arrancarse tan rápido y, tan lejos sin siquiera ser
consciente hasta donde llegaría, que en ese escape se olvidara del agujero en
su pecho y de quien era, y más aún porque sufría.- Pensaba en su interior, sólo
un par de horas y esto acabará, vamos es tu mejor amigo, se lo debes.
Así transcurrió la noche, de vez
en cuando sonrió al ver lo felices que eran sus amigos y por algunas de las
bromas que se hacían los invitados. Mirando su reloj y siendo alrededor de las
3 a.m. decidió irse.
-Pancho, ya es tarde y mañana me
voy a levantar temprano, así que me voy.
- No seas así, es mi cumpleaños.
Siempre estas ocupado, mira pareces de 40 y tienes un año menos que yo. Mañana
es domingo.
- En verdad lo siento, pero tengo
cosas que hacer. Lo abrazó, sin decir nada más y decidido comenzó a caminar por
el patio a la salida.
Y al dar la vuelta, por el lado
se encontró con ese tallado, aquella estocada no la había pensado, porque
suponía que en todos estos años la casa de su amigo debería haber cambiado, pero
no, aun estaba aquel árbol en el que, cuando fue un adolescente escribió
aquella frase que hoy tenía más peso que nunca “Te amo siempre”.
Literalmente, corrió hasta su
auto y comenzó a manejar lo más rápido posible, no podía soportar haber leído
aquello que significaba un gran hecho en su vida, podía ver la cicatriz que
tenía en su mano derecha por haber escrito con un cuchillo en aquel árbol y revivió
nuevamente la escena de cuando se lo mostro a Sofía.
Agradeció la inercia de la
rutina, porque no pudo recordar como estuvo en la cama de su departamento y
luego de ya no poder pensar se quedó profundamente dormido. Entonces entre sollozos y lágrimas, y junto a
la cicatriz en su mano, tuvo la certeza de que por lo menos lo vivido fue real.
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